La deficiencia de hierro en plantas es un problema importante en la nutrición de las plantas, especialmente en suelos calcáreos con pH básico, donde la disponibilidad de nutrientes es limitada debido a un equilibrio químico y el hierro se encuentra en formas insolubles y no disponibles para las plantas. “Esta carencia provoca clorosis férrica, una condición visible por el amarilleamiento de las hojas, que afecta el desarrollo vegetal y la productividad de los cultivos", indica Belén Montero-Palmero, miembro del estudio.
Hasta ahora, el problema se ha abordado con quelantes químicos (compuestos químicos), con soluciones costosas y poco respetuosas con el medioambiente. Sin embargo, el equipo de investigadores de la Universidad CEU San Pablo formado por: Belén Montero-Palmero, José Antonio Lucas, Blanca Montalbán, Ana García Villaraco, Javier Gutiérrez-Mañero y Beatriz Ramos-Solano, ha demostrado que dos Pseudomonas (cepas bacterianas), denominadas Z8.8 y Z10.4, son capaces de revertir esta clorosis de manera natural, eficiente y sostenible.
“Estas bacterias activan mecanismos propios de las plantas para mejorar la captación de hierro en condiciones adversas," explica el catedrático José Antonio Lucas. “Además de producir sus propios quelantes para movilizar el hierro del suelo, reprograman la expresión genética de la planta para optimizar su absorción", añade Blanca Montalbán, investigadora del equipo.
El resultado ha sido sorprendente: las plantas tratadas con estas cepas mostraron un aumento de más del 40% en el contenido de hierro en las hojas, una notable mejora en la fotosíntesis, mayor aprovechamiento de la energía solar y mejores tasas de supervivencia en suelos alcalinos. “Observamos una recuperación visual de la clorosis, y también una mejora global del estado de las plantas", comenta la profesora Ana García Villaraco.
El uso de estas Pseudomonas no solo representa una solución biológica eficaz para combatir la deficiencia de hierro, sino que también se alinea con las necesidades de una agricultura regenerativa y respetuosa con los ecosistemas. “Estamos reduciendo la dependencia de insumos químicos e inorgánicos, y aprovechando la biodiversidad microbiana del suelo para potenciar la resiliencia de los cultivos," destaca el catedrático Javier Gutiérrez-Mañero.
Gracias a la combinación de su acción quelante y su papel como PGPR (rizobacterias promotoras del crecimiento), las cepas Z8.8 y Z10.4 se perfilan como candidatas ideales para el desarrollo de biofertilizantes de nueva generación. “Esta innovación abre la puerta a una transición agroecológica donde la ciencia del suelo y la microbiología trabajan al servicio de una agricultura más sostenible, rentable y respetuosa con el medioambiente." Indica la catedrática Beatriz Ramos Solano.