"Veinticinco años de Constitución Española, diez años de Universidad San Pablo-CEU, setenta años de CEU"

 

Excelentísimo Señor Secretario de Estado de Educación y Universidades
Excelentísimo Señor Presidente de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU y Canciller de nuestra Universidad
Excelentísimos Señores Rectores Magníficos
Excelentísimos e Ilustrísimos Miembros del Patronato de la Fundación Universitaria San Pablo-CEU y del Consejo Nacional de la A.C. de P.
Excelentísimos e Ilustrísimos Señores Vicerrectores, Secretario General y Decanos
Excmo. Sr. Inspector General de Sanidad Militar
Excmo. Sr. Ex Alcalde Madrid
Dignísimas autoridades eclesiásticas, civiles y militares
Claustro de Profesores, Personal de Administración y Servicios
Queridos alumnos, padres y familiares
Señoras y Señores, amigos todos de la Universidad San Pablo-CEU.

 

Como seguramente todos ustedes, todos vosotros, recordaréis, este año 2003 conmemoramos tanto el veinticinco aniversario de la Constitución española como el décimo aniversario de la creación de esta Universidad San Pablo-CEU y el septuagésimo de la aparición del CEU en el sistema universitario español. Tres efemérides relacionadas entre sí, dado que nuestra Universidad surge a partir del primitivo CEU y de la implantación efectiva de los derechos reconocidos en la Constitución de 1978, y realmente importantes para toda nuestra comunidad universitaria, sin duda, sobre cuya celebración he querido por tanto que versara mi intervención en este Solemne Acto.

Intervención, por otra parte, que pretende un año más, en palabras del profesor Alejandro Llano, "repensar la Universidad"; repensar nuestra Universidad sobre todo, para fortalecerla y mejorarla, labor que a todos los universitarios (profesores, gestores, PAS y alumnos) nos corresponde, porque somos nosotros quienes hemos de renovarla y nadie mejor que nosotros puede y debe hacerlo.

LA CONSTITUCIÓN DE 1978 Y LAS UNIVERSIDADES PRIVADAS EN ESPAÑA

Conmemorar primero este 25 aniversario de nuestra Constitución me parece realmente importante para todos los españoles y me resulta especialmente grato desde mi actual perspectiva de Rector de una Universidad de iniciativa social y gestión privada. En efecto, nuestra Carta Magna, entre otras varias disposiciones en el ámbito educativo, reconoce los derechos a la libertad de enseñanza, a los padres para que sus hijos reciban la formación religiosa y moral acorde con sus propias convicciones, a la libertad de cátedra y a la autonomía universitaria, y además (lo que es especialmente significativo ahora para nosotros) reconoce también a las personas físicas y jurídicas la libertad de creación de centros docentes, dentro naturalmente del respeto a los principios constitucionales.

Derecho este último que permitió a la Ley de Reforma Universitaria (LRU) de 25 de agosto de 1983 , dar vía libre a la creación de Universidades de titularidad privada y regularlas, aunque en términos muy generales, en su Título VIII.

Así pues, podemos decir que nuestra actual Constitución, como antes apuntamos, constituye el punto de partida de estas Universidades en España, y por tanto de la nuestra, ya que hasta su aprobación en 1978 sólo existían en nuestro país las cuatro Universidades católicas tradicionales: Deusto, fundada en 1886; Pontificia de Comillas, creada también por la Compañía de Jesús, seis años más tarde; Pontificia de Salamanca, con orígenes en el siglo XIII pero que resurge en 1940 tras desaparecer en el siglo XIX, Universidad de la Conferencia Episcopal; y Navarra, obra corporativa del Opus Dei, que acaba de cumplir 50 años .

Eso sí, acompañadas de diversos Colegios Universitarios, diseñados en principio para impartir sólo el primer ciclo de las carreras que ofrecían (más tarde convertidos en Centros de Enseñanza Superior, autorizados a impartir titulaciones completas de primer y segundo ciclo), la mayoría de titularidad privada pero adscritos necesariamente a Universidades públicas, alguno de los cuales, como nuestro inicialmente denominado Centro de Estudios Universitarios (CEU), tiene una larga y brillante tradición de ahora 70 años.

Siendo pues así que la gran mayoría de las 22 Universidades privadas actualmente existentes en nuestro país, y entre ellas las tres nuestras, surgen a partir de la implantación efectiva de los derechos reconocidos en la Constitución, y sobre todo del derecho a la libertad de creación de centros docentes, no puede extrañar que haya escogido este tema como hilo conductor de mi Discurso hoy ante ustedes, a modo además de homenaje a nuestra Carta Magna, por un lado, y por otro de reconocimiento a todas las personas que, desde distintas pero siempre importantes responsabilidades, a lo largo de nuestra historia han hecho posible que la Universidad San Pablo-CEU sea hoy una magnífica realidad.

La Constitución española, por otra parte, reformó el régimen jurídico-administrativo centralista que hasta entonces caracterizaba a nuestro sistema universitario, permitiendo una nueva distribución de las competencias universitarias entre los distintos poderes públicos, entre el Estado, las Comunidades Autónomas y las propias Universidades (a las que la LRU calificó en general de "auténtico servicio público referido a los intereses generales") ; garantizó los principios de libertad académica (libertades de cátedra, de investigación y de estudio) y consagró como ya dijimos su autonomía, tanto política como financiera, haciéndolas más responsables de su actuación .

La actualmente en vigor Ley Orgánica de Universidades (LOU), de 21 de diciembre de 2001, así lo reconoce de manera explícita , destacando también como transformaciones positivas de nuestro sistema universitario a partir de la Constitución los importantes progresos experimentados por la investigación científica y técnica universitaria; el aumento y la diversificación producidos en nuestras Universidades y enseñanzas; y la mayor confianza que nunca de la sociedad española en sus instituciones universitarias .

Una ley, por otro lado, que plantea acertadamente como principales retos para el futuro próximo de éstas, sobre los que luego volveremos, su necesidad de mayor eficacia y responsabilidad, su modernización, el aumento de su calidad y de la movilidad de sus profesores y alumnos, su mayor atención a la formación continua, su mejor rendición de cuentas y su mayor vinculación a la sociedad .

Y que, para el caso concreto de las Universidades privadas, pretende aplicarles las exigencias requeridas a las Universidades públicas, lo que ciertamente consigue en muchos casos en mi opinión (al tratarlas de forma similar, por ejemplo, en los ámbitos de su estructura; de la creación, supresión y cambios de centros y enseñanzas; de la calidad y la investigación; de la homologación de títulos oficiales y planes de estudio; de la figura del defensor universitario; de la dependencia respecto a las Comunidades Autónomas, etc.), pero manteniendo importantes discriminaciones en otros: la no posibilidad de adscribir centros, que se mantiene sin embargo paradójicamente abierta para las Universidades públicas; la concesión de derecho a voto en el nuevo Consejo de Coordinación Universitaria a los Rectores de las Universidades privadas, pero no en los temas que afecten exclusivamente (¿) al sistema universitario público... y, sobre todo, en nuestra opinión, manteniendo de facto que la financiación pública se otorgue exclusivamente a este último.

No cabe duda, en efecto, de que en estos últimos veinticinco años, desde la aprobación de la Constitución española, ha cambiado mucho el mapa universitario de nuestro país, hasta el punto de poder hablar hoy de un verdadero cambio estructural en él. Y algunos hechos y cifras pueden ayudarnos a valorarlo .

Por ejemplo:

  • el gran incremento en el número total de alumnos universitarios, que ha pasado de aproximadamente 670 mil en 1978 a un millón y medio en la actualidad (de los cuales 127 mil estudian en Universidades privadas, en torno a un 8'5%; porcentaje que sin embargo era sólo del 3'5% en 1994, lo que significa obviamente que el número total de estudiantes en estas últimas ha crecido más deprisa que en las Universidades públicas);
  • el importantísimo aumento en el número de Universidades, que se ha más que triplicado en este período, creándose centros universitarios en casi todas las poblaciones de más de 50 mil habitantes, un aumento que se ha producido tanto en el número de Universidades públicas (algunas además con un alto número de centros adscritos y de campus) que asciende en estos momentos a 50 (frente a las 11 de, por ejemplo, 1965) como en el de las privadas, que sube a 22 desde las 4 católicas "pre-constitucionales" ya citadas;
  • la diversa naturaleza y ubicación de las Universidades privadas post-constitucionales, 6 de las cuales están situadas en la Comunidad Autónoma de Madrid, 5 en Cataluña, 3 en Castilla-León y 1 en Aragón, Murcia, País Vasco y Valencia, y 7 de las cuales son católicas (dos de ellas, las de Ávila y Murcia, promovidas directamente por los respectivos Obispados) o al menos de inspiración cristiana;
  • la gran diversificación en la oferta de enseñanzas, medida por el aumento en el número de titulaciones impartidas, más de 130 en la actualidad (número que se duplica en la última década), la mayoría de ciclo corto, que son además las que más se han diversificado (diplomaturas y, sobre todo, ingenierías técnicas);
  • los significativos cambios en las preferencias de nuestros estudiantes universitarios por las carreras que desean estudiar, con importantes caídas en la demanda de algunas (Derecho, Economía, etc.) y fuertes incrementos en otras (las del área de Ciencias de la Salud, Ciencias de la Comunicación, etc.)...

Por no hablar de los llamativos desajustes producidos entre la oferta y la demanda de la mayoría de las titulaciones hasta hace poco, que han mantenido una demanda de enseñanza superior insatisfecha, en el sentido de que los estudiantes universitarios no podían cursar con excesiva frecuencia la carrera deseada en el Centro solicitado en primera opción (y siguen sin poder hacerlo aún en algunos casos); el "cambio de ciclo" producido en los últimos años en este ámbito, con una considerable caída en la demanda tradicional de estudios superiores, que contrasta con su gran crecimiento previo, ligado sobre todo a factores poblacionales, en concreto a la gran reducción del número de españoles de 18 años (edad más habitual para acceder a la Universidad), que pasa de más de 650 mil a principios de los años 90 a los aproximadamente 500 mil actuales y que aún bajará en casi 100 mil jóvenes más hasta el año 2006, según las últimas proyecciones del INE , sin que previsiblemente este descenso demográfico pueda ser compensado sensiblemente a través de un aumento de la tasa de incorporación a la Universidad (dado que asciende en estos momentos al 60% aproximadamente, una de las más altas de la OCDE); las muy destacables mejoras producidas en la infraestructura y equipos (edificios, laboratorios, bibliotecas, ordenadores, etc.) de las Universidades; el incremento en los gastos y esfuerzos dedicados en ellas a la investigación, etc.

Si uniéramos además a esta caída de la demanda tradicional de estudios universitarios, a ese sustancial incremento de su oferta, tanto pública como privada, a los cambios estructurales en aquélla (que afectan al tipo de alumnos potenciales, a las titulaciones impartidas, etc.)... otros factores de carácter más general pero de enorme relevancia también para nuestras Universidades, como la globalización, el progreso tecnológico acelerado, las importantes modificaciones legislativas aprobadas por nuestras autoridades (tanto las últimas ya citadas como las actualmente en curso), la competencia incrementada (y desigual entre Universidades privadas y públicas, casi gratuitas estas últimas y financiadas mayoritariamente con impuestos y sin casi apoyo financiero público las primeras), el alto grado de obsolescencia de los conocimientos impartidos por las Universidades en un mundo rápidamente cambiante, la fuerte intervención de las autoridades en el sector (con un claro apoyo siempre a las Universidades públicas, sobre todo en el ámbito financiero)... podríamos decir que el marco en el que, especialmente las Universidades privadas españolas, pero todas ellas en general, tienen que llevar a cabo sus actividades es más complejo y difícil que nunca y les plantea indudablemente importantes retos, que podríamos resumir en mi opinión en los tres siguientes, de carácter general, y relacionados entre sí .

PRINCIPALES RETOS DE LAS UNIVERSIDADES PRIVADAS ESPAÑOLAS ANTE SU FUTURO

En primer lugar, luchar de manera decidida, intensa y persistente por conseguir la excelencia en todos los ámbitos de nuestra actuación: la enseñanza, la investigación y la transmisión de la cultura y los valores , con el convencimiento de que sólo así podremos seguir prestando un servicio de calidad a la sociedad, como el que nosotros deseamos y ella precisa.

Este reto, abierto a todas las Universidades españolas, pero especialmente relevante para las privadas por carecer, como ya dijimos, de financiación pública y ser por tanto más caras para sus alumnos, no resulta nada fácil de afrontar, sin duda, y nos obliga como ya os he dicho muchas veces a todos los que las integramos (profesores, directivos, alumnos, personal de todo tipo) a superarnos cada día en nuestra labor, mejorándola en todos sus ámbitos:

  • en el del profesorado, mediante la mejora de sus procesos de selección, formación, reciclaje y promoción interna, sus intercambios con otras Universidades e instituciones docentes e investigadoras, su investigación básica y aplicada, etc.;
  • en el de los estudiantes, a través de su más adecuada selección al entrar en la Universidad, de diversas pruebas selectivas exigentes a lo largo de sus carreras que estimulen su esfuerzo y aumenten el rigor y el nivel de su formación, de sus prácticas internas y externas, de una política satisfactoria de becas de distintos tipos (a la excelencia académica, por motivos económicos, de iniciación a y preparación de la docencia y la investigación...), de atención personalizada a ellos y sus familias, de sus actividades culturales, asistenciales y deportivas, de su mejor acceso al mercado laboral, de la creciente atención a los antiguos alumnos, a los alumnos extranjeros y a los de formación continua...;
  • en el ámbito de la formación, mediante la oferta de nuevas titulaciones demandadas por la sociedad, de cambios y actualizaciones continuas en los planes de estudio y en los programas de las materias, de una oferta más racional y moderna de los cursos de Doctorado y Masters, de la formación en idiomas, del énfasis en la formación humanística, de la formación continua, de la apertura a la enseñanza virtual, tanto complementaria como alternativa de la presencial...;
  • en el de los medios, a través del aumento y mejora de las infraestructuras, equipos, bibliotecas, laboratorios, etc.;
  • y en el ámbito de la organización, por último, mediante la mejora en general del gobierno de la Universidad con criterios privados de eficacia, responsabilidad y capacidad de los distintos cargos, con capacidad de autocrítica, es decir sin miedo a una autoevaluación de nuestra estructura organizativa con rigor y seriedad, sin temor a cuestionarla y mejorarla continuamente, corrigiendo las debilidades existentes en ella y siendo conscientes de que la organización no es fin en sí misma sino un medio para conseguir los objetivos perseguidos.

Y en todos estos ámbitos, como bien sabéis, estamos tratando con ahínco de lograr en la Universidad San Pablo-CEU esa continua superación durante los últimos años. Seguro que todos recordáis bien en este sentido, por ser los más recientes, los importantes esfuerzos que hemos llevado a cabo entre todos el curso académico que acabamos de finalizar para, entre otras muchas cosas, seguir aplicando nuestros exigentes selectivos de primer curso (que supone que aproximadamente el 20-25% de los alumnos que entran en nuestra Universidad para iniciar sus estudios superiores deban abandonarla en un año) y de paso al segundo ciclo de las titulaciones superiores (tanto el requisito de superar como mínimo el 80% de los créditos del primer ciclo como el de sus conocimientos suficientes de la lengua inglesa); organizar las pruebas y trabajos obligatorios fin de carrera; extender y mejorar la enseñanza virtual; impartir con carácter obligatorio a todos nuestros alumnos desde el curso pasado el título propio en Formación Humanística y Profesional (que les obliga a realizar prácticas profesionales, a llevar a cabo actividades deportivas, culturales y/o asistenciales y a aprender técnicas de liderazgo, trabajo en equipo, etc.); extender las enseñanzas de formación humanística en las materias de libre configuración impartidas por el Instituto de Humanidades Ángel Ayala y las brillantes tareas docentes e investigadoras de nuestro Instituto de Estudios Europeos; implantar el nuevo Plan de Formación de Juristas y preparar para su aplicación inmediata similares reformas pedagógicas en la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, en línea en ambos casos con lo exigido por el proceso de Bolonia (al que luego me referiré con mayor detalle); poner en marcha diversas dobles titulaciones y programas bilingües en todas nuestras Facultades; continuar el desarrollo de nuestra Escuela Politécnica Superior; renovar nuestros Estatutos (Normas de Organización y Funcionamiento) para adaptarlos a la LOU; participar en diversos programas de la ANECA y colaborar con la naciente Agencia de Calidad, Acreditación y Prospectiva de la Comunidad Autónoma de Madrid; ampliar y mejorar las diversas ayudas a la movilidad del profesorado y a la investigación, así como los servicios de atención al estudiante y el COIE...

Ahora bien, un segundo reto también muy importante para el futuro de Universidades como la nuestra, desde mi punto de vista, está en el mantenimiento de la fidelidad a sus idearios y a los principios que las vieron nacer, sobre todo en el caso de las que, como la San Pablo-CEU, son de iniciativa social, sin ánimo de lucro y propugnan la transmisión de los valores del humanismo cristiano (sabiduría, prudencia, justicia, libertad, responsabilidad, solidaridad, caridad, tolerancia...), que deben impregnar nuestra actividad y ser fielmente transmitidos a nuestros alumnos y profesores.

Valores de los que desgraciadamente está tan falta nuestra sociedad actual y que indudablemente forman parte también de lo que con frecuencia llamamos la formación integral de nuestros jóvenes, que no es otra cosa sino el crecimiento de éstos en todos los órdenes de su vida, de manera que consigamos formar personas realmente desarrolladas, con sus conocimientos y habilidades, pero también con un gran y amplio bagaje cultural y espiritual.

En palabras de Su Santidad Juan Pablo II, que con frecuencia me gusta recordar, recogidas de su "Discurso a la Universidad de Bolonia", del 18 de abril de 1982, "se trata de desarrollar un nuevo humanismo, abierto a la trascendencia y a los valores, que representan su fundamento más seguro..."

Esta formación integral resulta además hoy una clara exigencia para la calidad de la educación y los estudios realizados tanto en España como en otros países nos demuestran, en efecto, que las empresas y las instituciones requieren de sus trabajadores sobre todo lealtad y honestidad, capacidad de tomar decisiones, habilidad para resolver problemas, adaptabilidad, liderazgo, trabajo en equipo... . El problema es que esta educación en valores no es nada fácil de conseguir .

Y el tercer reto fundamental que se plantea a las Universidades de nuestro país, cuando estamos próximos a celebrar el XXV Aniversario de la Constitución de 1978, es sin duda el del Espacio Europeo de Enseñanza Superior, cuya formación supone para ellas una fuente de oportunidades, pero también de considerables desafíos .

La Declaración de Bolonia suscrita en 1999 por 29 países, entre los que se encuentra España, sentó las bases para la construcción de ese "Espacio", antes del año 2010, organizado conforme a ciertos principios (calidad, movilidad, diversidad, competitividad y orientación) y dirigido hacia la consecución entre otros de dos importantes objetivos estratégicos: el incremento del empleo en la Unión Europea y la conversión del Sistema Europeo de Formación Superior en un polo de atracción para estudiantes y profesores de otras partes del mundo.

Mejor estructura curricular; mejores métodos de enseñanza y aprendizaje; conocimiento de la organización, contenidos y prácticas educativas de otros países; respeto a las diferencias culturales, sociales y lingüísticas de éstos y apertura en los órdenes de la cooperación y competitividad intereuropea e internacional, constituyen los principales rasgos distintivos del Espacio de Formación Superior que se pretende construir en la UE en los próximos años , espacio que debe incrementar la comparabilidad, compatibilidad, transparencia y flexibilidad de los títulos obtenidos por los estudiantes universitarios europeos y superar los actuales defectos de los sistemas europeos de enseñanza superior .

Son seis los objetivos específicos recogidos en la Declaración de Bolonia y ratificados y ampliados posteriormente en varios Consejos Europeos:

  • La reestructuración de los estudios superiores para facilitar a los europeos la actualización permanente de sus conocimientos (formación a lo largo de la vida) y para definir claramente sus competencias y habilidades, a través de la adopción de un sistema diferente al actual, basado fundamentalmente en dos niveles principales, grado y postgrado. El título otorgado al terminar el primer nivel (Licenciado, Arquitecto o Ingeniero) tendrá que tener un valor específico en el mercado de trabajo europeo. El Segundo llevará a la obtención de un Master y/o Doctorado como ya ocurre en muchos Estados Europeos.
  • La adopción de un sistema más completo, transparente y comparable de titulaciones, mediante la implantación, entre otras cosas, de un Suplemento al Diploma, hasta ahora inexistente.
  • El establecimiento de un sistema europeo de créditos, distinto del hasta ahora vigente en nuestro país, como el sistema ECTS.
  • La promoción de la cooperación europea para asegurar un nivel de calidad satisfactorio en la enseñanza universitaria con el desarrollo de criterios y metodologías comparables para medirla, incrementarla y acreditarla.
  • La promoción de una necesaria dimensión europea en la educación superior, con particular énfasis en el desarrollo de programas de estudio integrados y de titulaciones conjuntas.
  • La promoción de la movilidad y remoción de obstáculos para el ejercicio libre de la misma por los estudiantes, profesores y personal administrativo de las Universidades y otras Instituciones de enseñanza superior europea.

En definitiva, la incorporación a este Espacio Europeo de Enseñanza Superior, cuya formación es previsible que no agote el plazo señalado del año 2010, va a provocar una nueva y profunda reestructuración de la enseñanza universitaria en España y en el conjunto de la UE, a través de un proceso que va a ser largo, complejo e intenso, en el que las titulaciones de grado van a ver alterado su número y reducida su duración, cambiando también la importancia relativa de los distintos tipos de asignaturas y el concepto de los créditos, en el que aparecerá el título de Master como título oficial y se reformará el Doctorado etc. y al que nuestras Universidades deberán estar también muy atentas y ser muy participativas en su desarrollo en el futuro próximo , como ya lo está haciendo la Universidad San Pablo-CEU.

En resumen, pues, en mi opinión actual, y tras una ya larga e intensa trayectoria como profesor universitario y como gestor a distintos niveles de centros privados de enseñanza superior, las Universidades privadas del futuro próximo, si quieren afrontar con éxito los retos que éste les plantea, deberán:

  • primero continuar siendo Universidades, evitando la tentación tan frecuente de convertirse sólo en escuelas de formación profesional de alto nivel y persistiendo pues en la tarea de alcanzar todos sus objetivos, antes citados,
  • deberán además conjugar adecuadamente tradición e innovación, defensa de sus valores, de su ideario, y modernización (tecnológica, pedagógica, etc.);
  • deberán igualmente recordar que el trabajo en equipo siempre ha sido y es condición imprescindible para conseguir los objetivos de todo tipo que tratan de alcanzar;
  • deberán también mantener, e incrementar si es posible, la calidad de sus servicios a sus alumnos, familias y sociedad en general, en todos los ámbitos de sus actividades;
  • deberán igualmente incrementar su apertura a nuevos tipos de alumnos, distintos de los jóvenes tradicionales de 18 a 23 años de edad, dedicados a tiempo completo a sus estudios superiores, así como su apertura también a la sociedad en general, a las empresas, a otras instituciones educativas e investigadoras, a las autoridades académicas, en el campo internacional... Y todo ello, siendo siempre conscientes del servicio público tan importante, y tan apasionante, que prestan.

Los tres retos que hemos expuesto se resumen en una palabra, calidad, excelencia, a la que me refería monográficamente y de forma detallada, como recordaréis, en mi Discurso del Solemne Acto de Apertura del pasado curso académico. Conseguir incrementarla continuamente y a buen ritmo es, pues, nuestro principal objetivo y la mejor manera, creo yo, de celebrar nuestro décimo aniversario y el 70 aniversario del CEU.

Y resulta al mismo tiempo la mejor forma de cumplir nuestra misión de servicio a la sociedad y nuestro mejor homenaje a todas las personas que a lo largo de esta prolongada vida de nuestra institución han dado y están dando lo mejor de sí mismos para que alcancemos ese objetivo.

LA NUEVA LICENCIATURA EN MEDICINA EN LA UNIVERSIDAD SAN PABLO-CEU

Acabamos de recibir además lo que podríamos considerar un magnífico regalo de aniversario. Al menos yo lo creo así. Me refiero, claro está, a la reciente autorización concedida por nuestras autoridades académicas para comenzar a impartir la Licenciatura en Medicina en la Universidad San Pablo-CEU, a partir de este mismo curso, estudios cuyo primer ciclo como sabéis lleva ofreciendo el CEU a través de su Centro de Enseñanza Superior San Pablo desde 1973 ; treinta años, por tanto.

Creo, en efecto, que ésta es una gran noticia para todos nosotros, porque incorporar esta Licenciatura al catálogo de titulaciones oficiales impartidas por nuestra Universidad supone para ella un paso adelante de calidad cualitativamente muy importante, por varias razones.

En primer lugar, porque nos consolidamos más como Universidad (sin que con ello renunciemos a nuestra brillante historia de Colegio Universitario), dado que los estudios de Medicina, con los de Derecho y los de Teología, han sido históricamente el centro de los saberes ofrecidos por la Universidad, desde su aparición en el siglo XIII , por lo que las Universidades de mayor prestigio y tradición cuentan habitualmente con una Facultad de Medicina.

Además, en esta misma línea y como es sabido, hasta ahora la única Universidad privada que impartía en España (y con gran éxito por otra parte) la Licenciatura en Medicina era la Universidad de Navarra, por lo que la San Pablo-CEU se convierte en la segunda de estas Universidades que ofrece ya dichos estudios y posiblemente la última, a la vista de las limitaciones (cupos) en vigor a escala nacional y de la UE sobre la oferta total de plazas universitarias de Medicina.

Por otra parte, y como razones adicionales también destacables de la satisfacción que nos proporciona el inmediato comienzo de la impartición del título de Licenciado en Medicina en nuestra Universidad podemos citar, entre otras, que nos va a permitir continuar, ampliar y mejorar los estudios de primer ciclo que durante más de tres décadas ha ofrecido con tanto éxito el Colegio Universitario (más tarde Centro de Enseñanza Superior) San Pablo-CEU y los importantes esfuerzos que desde él y desde la Fundación Universitaria San Pablo-CEU se han hecho en este campo; nos va a permitir igualmente ampliar, reestructurar y mejorar el Área de Ciencias de la Salud de la Universidad San Pablo-CEU; y nos permite, finalmente, aunque esto último pueda ser menos importante, satisfacer una vieja aspiración de muchos de nosotros y de quienes nos han precedido en el ejercicio de relevantes responsabilidades en nuestra institución, algunos de los cuales no pueden estar ya desgraciadamente hoy aquí con nosotros para ver cumplido este viejo y deseado sueño, que muchos consideraron utópico.

Con la autorización recibida asumimos pues una nueva y gran responsabilidad, un importante reto: el de formar médicos altamente cualificados desde un punto de vista científico y profesional, pero también humano y ético; que sepan relacionar e integrar todos los conocimientos adquiridos durante su formación; comprometidos personal y socialmente con sus pacientes y con la sociedad a la que sirven; con vocación de servicio y entrega a su labor profesional; que sepan informar a sus pacientes con eficacia y afecto en cada situación concreta; con capacidad y experiencia básica en los métodos de investigación; con conocimientos de economía de la salud y capaces de especializarse en la gestión hospitalaria, así como en los más modernos ámbitos y especialidades de la medicina, tanto tradicional como futura; con sólidos conocimientos de informática e idiomas; con habilidades de comunicación, liderazgo, trabajo en equipo, toma de decisiones, etc...

Deseamos, en definitiva, médicos capaces, ejemplares, polivalentes, solidarios, integrados...

También asumimos una deuda de gratitud con numerosas personas e instituciones. Dejadme que destaque en primer lugar, dentro de estas últimas, a la Universidad Complutense; no sólo porque al aprobar su Junta de Gobierno la última addenda de 17 de julio de 2002 al Convenio con la Fundación Universitaria San Pablo-CEU nos facilitó el paso de los estudios de Medicina desde el Centro de Enseñanza Superior San Pablo-CEU a nuestra Universidad, sino por una colaboración global con ella de setenta años, muy fructífera y basada en una gran confianza y amistad. Gracias pues, muchas gracias, a la Universidad Complutense, a la que admiramos, a la que muchos aquí queremos como propia, en la que hemos trabajado algunos también y a la que la Universidad San Pablo-CEU se siente unida por tantos lazos de amistad y afecto, que desearía reforzar incluso en el futuro, si ello fuera posible.

Nuestro agradecimiento igualmente al Ministerio de Defensa y dentro de él en especial al Hospital Central de la Defensa, por iniciar este proyecto universitario con nosotros, por su confianza y su apoyo y, sobre todo, y muy especialmente, a nuestras autoridades educativas, tanto nacionales como autonómicas, por haber creído y confiado en nuestro proyecto y en nuestras razones.

No quiero ocultaros que el proceso seguido hasta lograr la autorización ha sido, sobre todo en los últimos meses, largo y difícil, y que ha requerido por nuestra parte un gran esfuerzo, prudencia y dedicación, dada la complejidad de su desarrollo , la situación de estos estudios en España y en la Unión Europea y la gran sensibilidad que existe siempre hacia ellos en el sistema universitario de nuestro país.

Lo más importante sin embargo es que pese a esas dificultades lo hemos podido culminar con éxito, lo que se debe fundamentalmente en primer lugar a que nuestra institución tenía indudables derechos históricos, que han sido reconocidos por nuestras autoridades académicas, para impartir la Licenciatura en Medicina, derechos a los que ya hemos hecho referencia; en segundo lugar, a que la Universidad San Pablo-CEU presentó un proyecto ambicioso y de gran calidad para ello, con la inestimable colaboración del Ministerio de Defensa; pero también se debe al apoyo de numerosas personas e instituciones, como antes dije; a la confianza de nuestras autoridades educativas tanto en nuestra Universidad como en el proyecto concreto que les presentamos; y, por qué no decirlo, a nuestra propia fe y esfuerzo.

No voy a referirme a todas las personas que, a lo largo del proceso, tanto desde nuestra institución como desde fuera de ella, nos han ayudado de una u otra forma, en algunos casos de manera encomiable, para lograr nuestro objetivo. Pero todas ellas saben de nuestro agradecimiento y afecto y nos da una gran satisfacción que hayan podido mayoritariamente estar hoy aquí con nosotros.

No obstante, sí quiero dejar constancia pública de mi gratitud por su apoyo firme y constante a nuestro Patronato, y en especial a su Presidente, el Canciller de nuestra Universidad, que desde el primer momento lideró nuestros esfuerzos y se involucró muy directa e intensamente en ellos, así como a la Fundación Universitaria San Pablo-CEU y a su Director General.

Y lo mismo tengo que decir respecto al Secretario de Estado de Universidades, D. Julio Iglesias de Ussel, que hoy nos preside en este Solemne Acto Académico, respecto al Consejero de Educación de la Comunidad Autónoma de Madrid, D. Carlos Mayor Oreja, y respecto al hasta hace poco Director General de Universidades de nuestra Comunidad, D. Javier García Cañete, cuya actuación (la de los tres) ha sido sin duda decisiva en este proceso; sin su profesionalidad, su comprensión, su confianza y su apoyo, difícilmente podríamos haberlo concluido con éxito. Nuestro agradecimiento personal e institucional más sincero y sentido a los tres, así como a D. Víctor Torre de Silva, Subsecretario de Defensa, que siempre tuvo fe en nuestro proyecto y que lideró los esfuerzos de este Ministerio por apoyarlo y sacarlo adelante, para consolidar y mejorar así la sanidad militar .

Esa confianza, ese apoyo, nos motivan también especialmente para poner todos nuestros esfuerzos y nuestra capacidad en ofrecer una Licenciatura en Medicina de gran calidad y prestigio.

Acabo un año más con palabras de felicitación y agradecimiento, dirigidas en primer lugar al profesor Andrés María Gutiérrez Gómez, querido amigo y compañero, Catedrático de Matemática Aplicada de nuestra Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, por su magnífica lección inaugural de este nuevo curso académico, pero sobre todo por su entrega a esta Institución durante ya tantos años; como soy casi tan veterano como él en ella puedo dar fe de su gran labor en todos los ámbitos de nuestra actividad y de su cariño por el CEU; en segundo lugar a los nuevos doctores, cuyos méritos investigadores acabamos de reconocer públicamente y esperamos continúen en el futuro; nuestra más cordial enhorabuena también a la Fundación Universitaria San Pablo-CEU, sobre todo a su Delegación en Barcelona, por la autorización recientemente recibida del Parlamento de Cataluña para crear la Universidad Abat Oliba-CEU (a la que deseamos los mayores éxitos) a partir del antiguo Centro de Enseñanza Superior del mismo nombre; nuestro agradecimiento, el de este Rector y todo su Consejo de Gobierno, al Patronato de nuestra Universidad, por su apoyo y por el voto de confianza unánime en nuestra gestión, traducido en la reciente concesión de un nuevo mandato al frente de la Universidad San Pablo-CEU, que nos honra y nos estimula a continuar con esta maravillosa tarea de, como decía al principio “repensar” continuamente nuestra Universidad .

Muchas gracias, igualmente, a todos los integrantes de esta Comunidad Universitaria San Pablo-CEU, por vuestra leal y entusiasta colaboración y por vuestro afecto; a nuestras autoridades académicas y a los Rectores de otras Universidades por su compañía en este Solemne Acto Académico y por su amistad; y a todos ustedes por su presencia entre nosotros, en especial a los padres y familiares de nuestros alumnos, por confiarnos la educación superior de sus hijos.

Muchas Felicidades por último a la Universidad San Pablo por su décimo aniversario y a todo el CEU por su setenta cumpleaños y muchas gracias a todos por vuestra atención.

José Alberto Parejo Gámir
Rector de la Universidad San Pablo-CEU